JAVIER SAMITIER

Javier Samitier ha pintado toda su vida. Las servidumbres que impone la dedicación a tareas profesionales ajenas a la pintura, como ha sido en su caso la banca, no le han alicortado en su desarrollo artístico.

Samitier, que nació en Barbastro y pasó los años decisivos de su formación en Zaragoza, tiene – algo frecuente en los artistas aragoneses – un enorme sentido de la independencia. Pero eso no significa que ignore lo que en el mundo sucede y sea capaz de servirse de todo tipo de recursos.

Su búsqueda de la luz, el aire, el movimiento del agua y de las nubes, y también del reflejo en el lienzo de la personalidad del retratado – junto con todas las demás asignaturas eternas del pincel que busca expresarse – las ha ido resolviendo en su tiempo libre y de manera original. Finalmente ha encontrado en los paisajes pirenaicos el soporte que necesitaba para dar un salto en su desarrollo.

Con economía de medios, un uso muy atinado del color y depurando con criterio un figurativismo tendente al perfeccionismo, Samitier capta en la obra que ahora presenta en esta exposición la esencia más profunda del paisaje, los valles, riachuelos, pueblos y gentes del Pirineo oscense, como Ordesa, Broto... algo sólo posible por su íntima relación con este mundo y las personas que lo pueblan, que son parte de sí mismo.

Santiago Tovar
2009

"Si la cualidad del color es la luz, como nos recuerda Esteban Vicente, es la obra de Javier Samitier un homenaje a la luz y al tiempo; el momento preciso y su influencia en lo que le rodea, paisaje y paisanaje; en definitiva, en la naturaleza. Ésta se nos presenta de muchas formas en sus cuadros, sean formas vegetales, geológicas o humanas, y Samitier investiga en la  temporalidad  inherente a todas ellas. Será entonces la luz, el impacto de una luminosidad concreta en el tiempo sobre el asunto elegido, el vehículo de esa reflexión.

No se nos escapa el amor a la naturaleza conocida, a los paisajes y las personas que les dan vida y carácter. Samitier resume la prodigalidad visual del Pirineo aragonés y sus gentes, busca el momento del día, y estructura la composición elegida cuidadosamente con la luz del momento. Es éste componente, el momento, el que define la obra: una ráfaga de realidad sin concesiones, tal y como lo ha visto, y sentido, el autor.

Porque si hay algo que emana del conjunto de la obra de Samitier es el sentimiento. Es el reencuentro con un detalle visual interiorizado, dotado de la luz concreta, del instante preciso, de esa tensión armónica que podemos apreciar en los detalles, en el color impuesto por la luminosidad de lugares cerrados y abiertos, recortados por la mirada del pintor.

En esta exposición, Javier Samitier se ha enfrentado sin concesiones a un espacio que conoce bien, pero sin caer en lo evidente ni en lo trivial, buscando la atmósfera cromática de lo fugaz, pero real. La naturaleza no se puede explicar; pero un espectador sensible, como él, nos puede ayudar a su comprensión. Su pintura no es algo práctico o utilitario. El pinta para descubrir algo, y mostrárnoslo."

Jesús Jiménez Peces
Madrid 2009

"... Un hombre enamorado del Pirineo al que siempre has visto bajo tu prisma de artista y que a pesar de las altas cumbres conseguidas y de las pistas heladas holladas nunca habías conquistado sino que han sido sus paisajes los que siempre te han conquistado y cautivado a tí.

Ahora es cuando ciertamente lo has dominado mostrándonos su más pura y real esencia con tus pinceles que siempre han sido tu verdadera vocación...

(Extracto de una glosa)

Jesús Rivero de Sola
Zaragoza 2009

Javier Samitier capta la luz calmada de Ordesa.
El pintor expone en la Agrupación Artística Aragonesa.

Javier Samitier recoge en 27 cuadros las Luces del Pirineo en una muestra donde se convocan las peñas y los ríos, pero también cenas de cazadores en interiores abrigados, la intersección de retratos y bodegones a la hora del vermú, hombres que trabajan rodeados de silencio o que conversan delante de cualquier puerta. El pintor ofrece en la sala de la Agrupación Artística Aragonesa (calle Lagasca) la luz de mediodía de julio sobre Broto, con un hábil ejercicio de espátula, que deja al pueblo como fuera del tiempo.

Tiene Javier Samitier la audacia de perseguir las luces cambiantes del crepúsculo sobre el macizo de Mondarruego, con su perfil de acantilado y las pinceladas blancas en un ejercicio de captura instantánea. El artista suelta el zarpazo expresionista en la figura que lee bajo un fresno resuelto con fiereza.

Dialogan entre sí los pequeños cuadros en la sala blanca. Ríos que bajan fuertes y blancos contra las piedras y, en tramos, se vuelven verdinegros y se les nota rodar en virtud de la técnica impresionista del instante. El hombre que separa tila sentado a la puerta de su casa está rodeado de un tiempo luminoso que hace respirar al lienzo. Samitier elige un punto de vista elevado para pintar, lo que presta intimidad a los espacios abiertos. Todo se presenta escalonado y en orden. El río separa a los arbustos secos del primer plano de los claros y esbeltos abedules que se levantan al otro lado. La grandeza de Ordesa está sugerida siempre.

El Periódico de Aragón, Roberto Miranda, 2009